Exactamente 10 años atrás, el fútbol argentino era otro. Entonces lo más cerca que Lionel Messi había estado del trofeo de la Copa Mundial, fue cuando lo contempló en Río de Janeiro en la final de Brasil 2014. Ese sinsabor todavía se repetía en la calle, que tenía el pulso bajo. No solo «la gente» desmoralizada, Julio Grondona había soñado esa consagración como broche para su último periodo como presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y ahora tenía que encabezar la reunión de comité ejecutivo con las manos vacías.
La reunión del martes 29 de julio de 2014 fue una de las tantas de los últimos 35 años. A esa altura, tenían una dinámica que Grondona supo resumir en una de ellas, cuando se dirigió a sus miembros y dijo: ‘Hay arroz con pollo, o pollo con arroz. Ustedes deciden’». Esos cónclaves en la mesa grande del tercer piso de Viamonte 1366, aunque simbólicos, eran prácticamente testimoniales.
Las cosas de importancia se resolvían en su despacho -la más diminuta de las oficinas de ese mismo piso-, en su ferretería o la estación de servicio de Sarandí. También en el piso de Puerto de Madero o el campo de Brandsen, según la época o la urgencia.
Si en la final de Río las cosas hubiesen sido distintas, estaría renegociando el contrato para el nuevo modelo con tres estrellas, pero tenía que atender una discusión que había escalado en los medios por la clasificación a la Libertadores de Boca o Vélez del año siguente.
Palco oficial dirigentes FIFA en el Mundial de Brasil. FOTO: AFP DAMIEN MEYER Se resolvieron nimias cuestiones administrativas y se decidió aclarar en el boletín que se publicaría a la madrugada los detalles del eventual partido desempate por la clasificación a la Copa. La preocupación pasaba por el sucesor de Alejandro Sabella: era un hecho que Pachorra no iba a aceptar la prórroga y el puesto de entrenador quedaba vacante de cara al Mundial de Rusia y el resto de las competiciones.
Ese día Grondona le había bajado el pulgar a los tres dirigentes que le ofrecieron sondear a Carlos Bianchi. A otros, les mencionó que Gerardo Martino era de su agrado. Grondona quería definir esa semana el asunto. Y muchos directivos anhelaban, además, resolver cuestiones relacionadas a sus clubes, postergadas por la agenda de Brasil 2014 que había dejado en pausa al fútbol local.
Fue una jornada cualquiera y solamente importante por algo que ninguno de los presentes tenía conocimiento. Fue la última de Don Julio.
Julio Grondona, saliendo de la sede de la calle Viamonte el martes 29 de julio, antes de ser internado. (Emmanuel Fernandez)
La noche previa
«Lo recuerdo muy enojado en esa última reunión. Nos cagó a pedos a todos en general y algunos en particular. Yo tenía que hablar con él después de la reunión. Me había dicho expresamente que lo viera, porque el club tenía un vencimiento que no podía afrontar. Pero Grondona estaba enojadísimo y decidí ir a verlo al otro día», se ordenó el presidente de Banfield, Eduardo Spinosa, en la agenda de Grondona para el 30 de julio.
Quien sí tenía reservada una cápsula de café -«del bueno», como le aclaraba Grondona a sus invitados en Puerto Madero- era Alfredo Dagna, el titular de Olimpo de Bahía Blanca. Ingeniero agrónomo y con buen manejo del inglés, resultaba una herramienta a veces indispensables para Grondona.
“Cuando terminó la reunión me llamó y bajamos juntos en el ascensor. Teníamos una conversación pendiente y me dijo: ‘mañana, a eso de las 10, vení a casa así hablamos’. Eran las 9 y pico de la noche, esa fue la última vez que lo ví, porque al otro día cuando iba en el taxi para su casa, escucho en la radio que lo habían internado. Empecé a llamar por teléfono y no me contestaba nadie. Después escuché que estaba más grave y finalmente que había muerto”, lamenta Dagna.
Detalle de las manos de Julio Grondona con el anillo que lo caracterizaba. (DPA)Lo mismo escuchó el titular de Banfield que no llegó a coordinar la noche anterior el acuerdo que le permitía responder por el millón de dólares que reclamaba un futbolista contratado por la gestión anterior. Ese tipo de préstamos eran sui generis, acaso asentados apenas en una libretita, y constituían el entramado que sostenían la comandancia de Grondona. Las noticias de la radio anunciaban el final de esa era.
Grondona había extrapolado a la FIFA su arquitectura de poder. Allí, como «vicepresidente del mundo», ya había firmado, entre otros contratos, los que le aseguraban a Qatar la organización de un remoto Mundial en 2022, que, entonces, nada decía. Don Julio no pudo ver la consagración que por fin permitió la tercera estrella en la camiseta. Tampoco el «FIFA Gate».
El dirigente paraguayo Juan Angel Napout junto a Julio Grondona y Jose Maria Marin. Foto. Maxi Failla
¿Qué enojó a Grondona?
“Esa tarde había hablado con (el entonces presidente de la FIFA Joseph) Blatter. Yo estaba en su oficina, me pidió que saliera, pero escuché parte de la conversación. Le dijo: ‘convocame a una reunión urgente del Comité Plenario de FIFA, porque tenemos que voltear lo de Qatar’. Blatter le planteó que podría ser en septiembre y él le indicó que tenía que ser urgente: ‘vos le prometiste a (el ex presidente de Estados Unidos Bill) Clinton el Mundial, no yo. Si la FIFA le hace este desaire a Estados Unidos, vamos a volar por los aires. A Qatar se lo podemos dar cuatro años después, eso lo arreglo yo”, aseguró como verdad en una entrevista a Radio 10 el periodista Ernesto Cherquis Bialo, que en el tiempo en que se refiere su relato se desempeñaba en la AFA como director de Comunicaciones y Medios.
Para algún desprevenido, el periodista que pasara por El Grafico insinúa que Don Julio sabía que si el suizo Blatter no le cumplía a Clinton, podía venirse esa tormenta que explotaría unos meses después (el 27 de mayo de 2015) llamada FIFA Gate.
Sin ese anclaje, otros dirigentes recuerdan el mismo malhumor, pero se lo adjudican a otras cuestiones.
“Fue medio rara la reunión, había tenido cierta tensión. Creo que algún problema con algún dirigente que estaba en Selecciones, por problemas de entradas. Hubo una discusión”, recupera Javier Marín, vice de Acassuso y miembro titular del actual comité ejecutivo y desde hace algunos años, además, presidente de la Comisión de Desarrollo de AFA.
Pipo, dirigente histórico del fútbol argentino con la capacidad para campear todas las tormentas y sentarse, apoyarse o quedar a tiro de la mesa chica, solamente dice que «el problema» había sido el modo en que se entregaron algunas entradas para la final. Las tuvo la barra y no las familias de los futbolistas y ese había sido el motivo de la tensión que él percibía y Spinosa graficaba como enojo.
Grondona deja el edificio de Viamonte, detrás Pipo Marín. Fotos Emmanuel Fernandez Malhumorado, entonces, Grondona dejó el edificio de la AFA apenas pasadas las 21 y enfiló a su piso de Puerto Madero. En las primeras horas de la madrugada y después de haber hecho caso omiso a cierto malestar, llamó a su hija y esta a una ambulancia que lo dejó en el Sanatorio Mitre. Solo el núcleo familiar estaba al tanto de la internación. Ya era 30 de julio.
La muerte de Grondona
Mientras para el resto del mundo nada había cambiado, en el predio de Ezeiza buscaron al médico para una consulta administrativa. Se comunicó el gerente de Selecciones y del otro lado de la línea escuchó lo inesperado. «Estoy en el Mitre, se descompuso… Omar, acaba de fallecer Grondona», evoca Omar Souto a Clarín.
«Entonces lo llamo a Humberto, en ese momento él estaba en la juvenil y tenía trato diario. Me doy cuenta que todavía no le habían avisado y le dije que el padre estaba internado, que fuera para allá», completa Souto.
Grondona había llegado de urgencia con un aneurisma en la arteria aorta. No llegó al quirófano. Aunque tenía 82 años, nadie esperaba su muerte. Desde el primer minuto de ausencia, estuvo omnipresente en la puja política que dominó la AFA. El Tata Martino fue el entrenador que sucedió a Sabella, tal como había dicho Don Julio.
Existen contratos con vigencia 2030, que llevan la rúbrica de Grondona, igual que otros prorrogados, que originalmente también firmó. Su velatorio, en el predio que llevó su nombre entre octubre de 2014 y marzo de 2023, recibió el útimo adiós de Joseph Blatter y Lionel Messi en persona, entre los miles que se hicieron presentes en Ezeiza.
La calle Julio Humberto Grondona da acceso al estadio de Arsenal, en Sarandí. (Prensa AFA)Grondona, dejó un legado de conducción no escrito que debió ser interpretado por varios dirigentes para que funcione. El poder que hoy se reparte para conformar un bloque que comanda el presidente Claudio Tapia, antes estaba concentrado en Don Julio, que también presidía el Consejo Federal y la dirección de árbitros. Eran otros tiempos, se sabe, todo pasa.