En el arranque de agosto, la soja se consolida abajo de los US$ 400 y se encuentra en el mínimo de los últimos cuatro años. La retracción del precio es una piedra en el zapato no solo para los productores y exportadores, sino también para el Gobierno, que pierde recaudación y dólares por esta caída.
Durante la campaña 2023/24 la cosecha superó las 50 millones de toneladas, un alza del 3% con respecto al promedio de las últimas 5 campañas. Hasta ahora, los productores vendieron 24 millones de toneladas, el 47% de la cosecha estimada. Y apenas tienen precio 15 millones de toneladas.
Con esta cosecha la apuesta era que el complejo sojero (harina, aceite y poroto) generaría exportaciones por US$ 20.000 millones, pero con la baja de los precios esa cifra podría achicarse.
«El panorama no es demasiado alentador hacia el futuro. Uno podría pensar que las cotizaciones tocaron un piso pero en base a los fundamentals no nos da a pensar que haya algún factor alcista que nos relaje en términos de cotizaciones», describe el economista Salvador Vitelli, Head of reserach de Romano Group.
La tormenta perfecta que empuja a la baja al precio de la oleaginosa está formada por las tasas restrictivas de la Reserva Federal, lo que pega en los commodities en general. A esto se agrega una menor demanda a nivel mundial por la retirada de China de las compras, mientras el stock sigue siendo elevado.
«Esto pone en jaque a la situación las reservas del Banco Central: siete de cada diez dólares que entran a Argentina provienen del agro y esto agrega debilidad», apunta Vitelli. «En escenarios de caída de commodities eso se compensa con suba de tipo de cambio; hoy eso no está puesto sobre la mesa. Esto nos pone en alerta, mucho se habla del atraso cambiario, pero poco de esto».
Respecto a la soja que aún no se liquidó Vitelli marca que «es un sector muy dolarizado. Una posible baja del Impuesto País que haga caer el peso tributario sobre las empresas puede llegar a dinamizar las liquidaciones. Ni hablar si se produce una salida del cepo».
Para Gabriel Caamaño, de la consultora Outlier, «el impacto es considerable. Esta cosecha a los preciso actuales implica US$ 2.500 millones menos en términos brutos de la producción de soja».
Caamaño completa diciendo que «la debilidad de los precios internacionales es un factor común en todos los commodities, cada uno con su particularidad incluyendo maíz y trigo que también están débiles y cayendo. Además esto se da a la par de decisiones de siembra de la próxima cosecha: se están viendo caídas en las áreas sembradas con maíz, porque los números están más finitos en los márgenes y prefieren sembrar soja. En principio a estos precios no parece que vaya a ser una buena cosecha el año que viene en términos de valores, aunque hay que ver de volúmenes».
«No esperemos nada de la soja», sentencia Antonio Andrés Navarro, de la consultora LCG. «La evolución de la balanza de pagos (la restricción externa que impone límites al uso de los pocos dólares que tenemos) vuelve a ser el talón de Aquiles de la salud económica argentina».
La caída de los precios aumenta la tensión sobre las reservas del Banco Central, que en julio cayeron en US$ 2.600 millones. Hoy se ubican en torno a los US$ 27.000 millones. Se espera que esa caída se profundice de aquí a septiembre. Con menos divisas, el Central tiene menos recursos para defender el tipo de cambio, que el gobierno insiste en ajustar al 2% mensual, corriendo así por detrás de la inflación. Todo esto se traduce en una caída de los bonos y un salto del riesgo país, que después de cinco meses volvió a quebrar el techo de los 1.600 puntos básicos.
«En este contexto y ante la reducida capacidad del BCRA para sostener el proceso de acumulación de reservas en los últimos dos meses, había una percepción bastante generalizada de que existe cierta demora en la liquidando la cosecha gruesa a la espera de una mejora en la ecuación de ingresos ya sea tanto por un aumento del tipo de cambio o por una suba de precios internacionales», agrega Navarro.
«Al día de hoy tenemos menores ingresos de dólares respecto de otras campañas promedio. En la soja, las comparativamente menores cantidades vendidas de la industria implican menor liquidación de exportaciones por unos US$ 700 millones a esta altura del año».
Para Jorge Vasconcelos del IERAL, «si bien el sector agropecuario está haciendo una formidable contribución a las cuentas nacionales en este año pos-sequía (en mayo, incremento de 103,3% interanual), la caída de los precios internacionales y un tipo de cambio cada vez más ajustado están deteriorando los incentivos para una repetición y/o mejora de la próxima campaña«.