El ciclo de Martín Demichelis llegó a su fin. Y es lógico. Luego de la reunión que se produjo en el entrenamiento de este sábado por la tarde en el Monumental entre Jorge Brito, Matías Patanian y Enzo Francescoli, junto al hasta ahora entrenador de River, se decidió que que tras el encuentro con Sarmiento, Micho no volverá a ponerse el saco de DT, ese que le quedó grande en los 20 meses que duró su estadía en Núñez.
Es que si bien cosechó tres títulos (Liga Profesional, Trofeo de Campeones y Supercopa Argentina), salvo en el primer semestre de 2023, su equipo no tuvo una identidad futbolística que representara a los hinchas. Tras la vuelta olímpica del torneo local, entró en una nebulosa de malas decisiones futbolísticas. Y lo que fue peor: rompió el vestuario. Ese fue el principio del fin.
Tras aquellos famosos off con periodistas, perdió confianza con los jugadores y jamás pudo revertirla. De aquellas charlas y de otras que el entrenador tuvo puertas adentro, se filtraron críticas hacia los jugadores. Y ni hablar de la pelea con Enzo Pérez, la cual quedó expuesta en Santiago del Estero, en diciembre del año pasado cuando el ex capitán no lo saludó.
Meterse con el ídolo le restó crédito con los hinchas, quienes empezaron no solo a mirarlo de reojo, sino también, a preguntarse cómo podría seguir tras ese episodio. Las críticas en redes sociales se trasladaron a la tribuna, donde le dieron unos meses de tregua hasta que empezaron los silbidos tras la eliminación con Boca en la Copa de la Liga.
Enzo Pérez y Martín Demichelis, una relación que nunca cuajó y terminó mal. Foto: AFPEl caso de Enzo Pérez es paradigmático respecto a la relación de Demichelis con los referentes pero jamás hubo química con la mayoría de ellos, los de la vieja guardia. Vale recordar la situación con Nacho Fernández, cuando en una conferencia de prensa -tras el 2-1 con Inter de Porto Alegre- por los octavos de final de la Copa Libertadores 2023, ante una pregunta, el entrenador respondió: “¿Y quién sale si entra Solari? ¿Le vas a decir vos a Nacho Fernández que tiene que ir al banco?”. A la semana siguiente, en la vuelta en Porto Alegre, Nacho fue suplente.
Las alocuciones del cordobés de Justiniano Posse también fueron un caso de estudio. En cada una de ellas dejaba una frase extraña y fuera de contexto para intentar justificar el mal desempeño de su equipo. Desde el “jet stress” hasta el “cambio climático”, o el contar hasta el hartazgo las estadística de los partidos, muchas veces vacías de contenido y análisis. O el “lenguaje corporal de convencimiento” en la arenga previa a la definición por penales con Temperley, en el papelón de la eliminación de la Copa Argentina, el cual precedió a otra derrota humillante con el reciente ascendido Deportivo Riestra.
Nunca quedó clara la idea de juego. Entre sus cambios de planteo, su deseo de jugar 4-3-3 como sea aunque no tuviera las características en el plantel para hacerlo y los jugadores no se sintieran cómodos con ese planteo; sus cambios, erráticos, las modificaciones permanentes de esquema y no definir una base, minaron el rendimiento y provocaron dudas en los jugadores, que también perdieron motivación y jamás, salvo Borja, dieron la cara por el técnico en los últimos meses. A su vez, los mano a mano, orgullo del ciclo anterior, fueron, en general, un karma.
Demichelis llegó como una gran apuesta, con tres años de contrato, tras el cimbronazo de la partida de Gallardo. Dejó su vida en Alemania. Se arriesgó por su sentimiento hacia River y asumió el desafío de reemplazar al hombre de la estatua. Se acomodó tras una dura derrota con Arsenal al principio de su ciclo y logró salir campeón en su primer torneo. Parecía un cuento de hadas. Pero, desde aquel momento, todo fue al revés de lo pensado. Y un año después de esa vuelta olímpica, este ciclo ya era una pesadilla para los hinchas.