Empecemos esta reseña del grandioso recital que Iron Maiden dio el domingo 1º de diciembre, ante 45 mil fans incondicionales en el Palacio Tomás Adolfo Ducó del Club Atlético Huracán, por los bises.
Ya pasaron las bélicas Hell On Earth y The Trooper, y enseguida comenzó a sonar el inconfundible riff de Wasted Years. El esperanzador final salía, una vez más, por la intacta garganta de Bruce Dickinson y era replicado por todos los espectadores: “Así que entendé: no pierdas tu tiempo buscando siempre esos años perdidos. Encará, tomá posición, y date cuenta que estás viviendo en los años dorados”.
Una letra que se lleva de maravillas con la del verdadero final del espectáculo que es Always Look on the Bright Side of Life, temazo de los Monty Python incluido en la película La vida de Brian (1979): “Si la vida está muy podrida, hay algo que has olvidado, que es reír, sonreír, bailar y cantar. Cuando te sientas deprimido, no seas tonto, sólo frunce los labios y silba: eso es lo importante. Y siempre mira el lado brillante de la vida…”.
Nada es como parece: mirar a la Doncella de Hierro con ojos graciosos no está nada mal, y ver a Dickinson en medio del show juguetear con la flamante y enésima versión de la mascota Eddie The Head (en esta ocasión un samurái nipón a tono con Senjutsu, el título de su último álbum aparecido en 2021, que significa “El arte de la guerra”) lo confirma.
Una muralla sonora
Hay un eje básico que no se negocia en el pacto tácito de fidelidad que existe entre Iron Maiden y su audiencia tras tantos años, y es la exigencia mutua de ambas partes. Eso implica que el grupo dará todo de sí, pero nunca le entregará la comida en bandeja y en la boca a sus seguidores.
Así es como este Future Past World Tour de los ingleses enfrenta dos discos: el ya citado pero aún “nuevo” Senjutsu, del que interpretan cinco canciones, versus Somewhere In Time (1986), álbum en su momento vapuleado por la prensa pero muy querido por su gente, del que también ejecutan cinco temas y con el que abren el recital, de la mano de Caught Somewhere in Time y Stranger in a Strange Land.
O sea: lo que se ve es el costado más metal progresivo de la banda, con canciones largas, con marcados cambios de ritmos (Alexander The Great es un buen ejemplo al respecto) y, en el caso de Senjutsu, una temática bien política, con menciones a Winston Churchill y la libertad de Escocia (Death of The Celts).
Las guitarras de Dave Murray, Janick Gers y Adrian Smith conforman una muralla sonora que funciona con una precisión de relojería: cada uno sabe cuando tiene que entrar y/o salir de la melodía en cuestión, apoyar desde la rítmica o lucirse desde un solo. Los Tres Amigos son un bloque: los egos de cada uno de ellos se disuelven para conformar un todo inexpugnable y casi telepático.
Al lado del terceto de violeros, con una melena y unas bermudas que desafía al paso del tiempo, por un lado; y detrás, con un rigor métrico que hace parecer fácil lo difícil, el verdadero motor del grupo: el bajista Steve Harris (compositor de gran parte de sus hits) y el baterista Nicko McBrain (ovacionado cuando se acercó a regalar parches y palillos), respectivamente. Quizás los integrantes más queridos de Maiden, y está bien que así sea. La presentación de Harris al comando de British Lion, su grupo paralelo, en El Teatrito, ante un número reducido de seguidores, así lo confirma.
Y por último, ¿qué más se puede decir a esta altura sobre Bruce Dickinson? Verlo en acción en su rol como cantante (recordar que también es esgrimista, piloto de aviones, historiador, escritor y conductor de televisión, entre otras tantas aficiones: un verdadero Hombre del Renacimiento) hace olvidar por completo el cáncer de lengua que tuvo hace unos años.
También, permite en una asociación caprichosa comparar su escena con la del Adrián Dárgelos más rockero por el uso similar del pie del micrófono y la manera felinesca de moverse. “¿Quieren volver a Obras Sanitarias? ¿Quieren volver a 1986?”, dijo en un momento, y a más de un veterano se le escapó una lágrima al recordar los tiempos de esa juventud que ya no volverán.
Tras una docena de presentaciones en la Argentina, equiparar a Iron Maiden con los Ramones o los Rolling Stones en cuanto a una localía criolla no suena para nada descabellado. La salida del estadio de Huracán, con una multitud que en su mayoría lucía remeras con distintas etapas de Eddie, lo que representa distintos momentos en la trayectoria del grupo, así lo atestiguan. Y todos con una sonrisa enorme en la cara, ya sean músicos o concurrentes.
La Doncella ya anunció su Run For Your Lives World Tour, cuya pata europea comenzará en mayo de 2025 en Hungría y se extenderá por un año. ¿Quedará la Argentina afuera de la celebración del 50º aniversario de la banda? En un tiempo volvemos a hablar.