El astro brasileño nacido como Edson Arantes dos Nascimento y que fue uno de los mejores futbolistas de la historia, falleció el 29 de diciembre del año pasado a sus 82 años en San Pablo, afectado por un cáncer de colon, y tuvo una despedida multitudinaria en Villa Belmiro, el estadio del Santos en donde surgió al mundo con su juego maravilloso.
Si bien el fútbol que a nivel global reapareció en escena con el Mundial de Brasil en 1950 -tras el parate impuesto por la Segunda Guerra Mundial- siempre tuvo un costado comercial que sostenía a los clubes para la conformación de equipos más o menos poderosos, la irrupción de Pelé con el Santos marcó una etapa fundacional en negocios a gran escala.
Ese joven nacido un 23 de octubre de 1940 en Tres Corazones, Minas Gerais, y que se estableció en el litoral paulista solo para jugar en el Santos desde sus 16 años, asombró en Suecia 1958, con sus 17 años y un juego deslumbrante (junto con grandes jugadores como Garrincha, Vavá, Zagallo y Gilmar, entre otros) que coronó a Brasil el campeonato mundial que Uruguay le había arrebatado en el histórico «Maracanazo» de 1950.
«Los Globetrotters» del fútbol llevaban su arte allí donde los contrataran y si bien esa gira constante les quitaba competitividad a nivel local, siempre se las arreglaron para mantenerse a flote. A tal punto que entonces jamás sufrieron los sobresaltos que el Santos vivió en este siglo, y que acaba de llevar al descenso por primera vez al «Peixe» en su historia.
Tras destronar al poderoso y granítico Peñarol en Sudamérica, y al Benfica (con Eusebio, «La pantera de Mozambique», como estrella) y al Milan en Europa, el Santos siguió sumando algunos títulos locales más, y cuantiosas ganancias producto de sus giras mundiales.
Uno de esos partidos fue en 1964 en Santa Fe, ante el modesto Colón que jugaba en Primera B, y fue triunfo «Sabalero» por 2-1, una victoria mítica que se agrandó con el paso del tiempo (allí nació aquello de «Cementerio de los Elefantes» para el estadio rojinegro) y porque el Santos y Pelé nunca pudieron tomarse revancha, ya que Colón evitó jugar un segundo partido.
México ’70 fue la consumación de la era Pelé: campeones del mundo nuevamente con un equipo perfecto, en el cual «O Rei» brillaba en una orquesta sin igual, con Gerson, Tostao, Rivelino, Jairzinho, Carlos Alberto y Clodoaldo, entre otros, como cultores del mejor fútbol que se haya visto jamás en una Copa del Mundo. «El fútbol es contagio y son momentos», esa frase de cabecera de César Luis Menotti, encajó maravillosamente en ese tiempo y lugar.
Queda el recuerdo amargo de aquel sangriento 1973 en Chile: en el Estadio Nacional, lugar de tortura y muerte tras el golpe militar encabezado por Augusto Pinochet, el seleccionado chileno hizo una parodia de partido ante un rival que no se presentó (la Unión Soviética) por negarse a jugar en una cancha que hasta hacía poco días había sido una cárcel. Tras un gol en un arco vacío y la clasificación automática al Mundial Alemania ’74, los espectadores que estaban en las tribunas pudieron ver un partido de fútbol porque en los vestuarios esperaba para saltar al campo de juego… el Santos de Pelé.