No es fácil escapar del pasado familiar. Sobre todo, si ese legado incluye riqueza y tragedia en partes iguales. Acaso por eso, Athina Onassis –la única superviviente del armador griego Aristóteles Onassis y heredera directa de su fortuna– se esfuerza por pasar inadvertida, al punto de haberse convertido en la millonaria más misteriosa y silenciosa del planeta. Hija del breve matrimonio de Christina Onassis y su cuarto marido, el francés Thierry Roussel, acaba de cumplir 40 años (Athina Hélène Roussel Onassis nació el 29 de enero de 1985 en Neuilly-sur-Seine, Francia) pero, fiel a su estricto bajo perfil, no hubo celebración pública ni posteos en redes sociales. Es que, desde chica, Athina desarrolló sus actividades lejos de los medios, lo que da cuenta no sólo de una vida rodeada de lujos, sino también de su soledad: la única nieta de Ari carga sobre su espalda todo el peso de una saga familiar marcada por el desamor, las excentricidades y los excesos.
LA INFANCIA DE UNA TRISTE NIÑA RICA
Tras la muerte de su madre, el 19 de noviembre de 1988 en la casa de su amiga Marina Dodero, en el country club Tortugas –según la autopsia, de un edema agudo de pulmón–, Athina, que tenía 3 años, se fue a vivir con su padre y su nueva familia a Lussy-sur-Morges, Suiza. Thierry Roussel se había casado con la ex modelo sueca Gaby Landhage, con quien tuvo tres hijos, Eric, Sandrine y Johanna, con los que la heredera compartió su infancia. De mirada triste, tímida y callada, el dolor por la muerte de su madre era una sombra que oscurecía todo a su alrededor. Además, a poco de estar instalada en Suiza, comenzaron las batallas legales por el manejo de su herencia: la fortuna de Onassis, que Athina heredaría en parte al cumplir 18 años y el resto a los 21, estimada en dos mil millones de euros, era su futuro, pero también, un problema (Christina, que no confiaba en Thierry Roussel, estipuló los términos en que ella recibiría la herencia y nombró un consejo de administración para que gestionara la fortuna mientras Athina era menor de edad).
De chica, soñaba con una vida normal, como la de sus hermanos, algo bastante difícil teniendo en cuenta que era la niña más rica del mundo, a la que su madre vestía de Dior y le hacía regalos carísimos, como un zoo privado y un coche en miniatura. Antes de recibir su herencia, la nieta de Onassis había visitado la casa familiar en la isla de Skorpios –fue a poner flores en la tumba de su madre a diez años de su muerte–, pero su vínculo con la historia familiar y con sus raíces siempre fue complejo y, en 2013, le vendió la isla de Skorpios al multimillonario ruso Dmitry Rybolovlev. De adolescente estudió varios idiomas –habla correctamente francés, inglés, sueco, portugués y griego–, pasaba sus veranos en Ibiza y los inviernos esquiando, aunque su gran pasión siempre fueron los caballos de salto, los únicos capaces de hacerla salir de su ostracismo.
AMOR SIN FINAL FELIZ
A los 17 años se instaló en Bruselas para seguir cursos de equitación con el entrenador Nelson Pessoa, y así conoció al jinete brasileño Álvaro Alfonso de Miranda, “Doda”, de 29. Se enamoró perdidamente de él y al cumplir la mayoría de edad, en 2003, se fueron a vivir juntos a San Pablo. Doda estaba casado, tenía una hija, Vivianne, pero se divorció y se casó con Athina, para lo que previamente firmó un contrato que establecía que en caso de que Athina muriera, él renunciaba a heredar. Thierry Roussel se opuso fuertemente a la relación y no asistió a la boda, celebrada el 3 de diciembre de 2005 en la Fundación Maria Luisa y Oscar Americano, una espectacular hacienda de setenta y cinco mil metros cuadrados ubicada en el barrio de Morumbí, en San Pablo. Fue una fiesta suntuosa, con mil trescientos invitados custodiados por cuatrocientos guardias de seguridad privados. La novia, que eligió llevar un diseño de Valentino, tenía 20 años. El novio, 32.
Un año después, Athina recibió su herencia y se convirtió en una de las mujeres más ricas del planeta. Ese mismo 2006 renunció al apellido Roussel y adoptó oficialmente el Onassis de Miranda. El matrimonio compartió su pasión por la hípica y viajó por el mundo para competir en numerosos concursos de salto. Con ellos vivía Viviane, la hija de Doda, a quien Athina crio con el amor y la dedicación de una madre. Pero, tras once años, todo terminó cuando ella se enteró de una infidelidad cometida por su marido con una mujer belga identificada como Nikki. El pleito de la separación estuvo plagado de desafíos legales, especialmente los ligados con acuerdos financieros, pero según trascendió Athina logró mantener intacta la mayor parte de su riqueza, pese a la compensación económica que debió darle a Doda (nunca se conoció la cifra exacta). Desde entonces, ella redujo muchísimo sus apariciones públicas y se dedica casi exclusivamente a sus actividades ecuestres, no se lo conoció otro amor (a pesar de los rumores que la vincularon con un millonario italiano, nunca apareció una imagen de los dos juntos), mientras él volvió a contraer matrimonio a los pocos meses del divorcio con la brasileña Denize Severo. “Una muñeca de acero”, así describió a Athina cuando tenía 13 años el empresario griego Alexis Mantheakis, quien había ejercido como portavoz de la familia Roussel. Una metáfora con la que explicaba que, detrás de esa riquísima heredera de aspecto frágil había una mujer de carácter fuerte, que sabía lo que quería. Sin embargo, tras el divorcio, el mismo Mantheakis dijo: “Creo que está muy triste y que ha sido traumático. Athina ahora se refugia en sus caballos y en unas pocas personas de su máxima confianza”, entre las que se encuentran sus grandes amigas Marta Ortega, Jennifer Gates (hija de Bill Gates) y Georgina Bloomberg (hija de Michael Bloomberg). Aunque son pocos los que la conocen de verdad, dicen que es tozuda como su abuelo Ari y que jamás nadie tomará una decisión por ella.
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